Este ensayo fotográfico, fecundado en color sepia, me permitió recordar el ayer. En los años 60 y 70, durante el desarrollo de mi adolescencia, en las calles de la hermosa zona urbana de la Ciudad de México, donde todo y todos formaban un ambiente lleno de nostalgia, de contrastantes historias y de cómo veía entonces a esta estructura social en mis años mozos.

El correr de los tranvías, de los voceadores, vendedores de periódicos, toreando la circulación de los automóviles Cadillac, Lincoln, Mercury, Packard y Plymouth. Los voceadores gritando los titulares de las últimas noticias al interior de los apretujones de los chatos, las vitrinas, aquellos buses amarillos color huevo sin trompa. La era de los bochitos, el vehículo que todo el mundo podía adquirir por un costo de veintiocho mil pesos en aquella época. Los autobuses modernos llegaron: los Delfines, las Ballenas, los Ruta 100 y los primeros metrobuses, aunque el metro, inaugurado en su línea 1 en 1969, fue capaz de modificar toda la movilidad de nuestra ciudad de México.

Mi mirada recuerda esa visión en blanco y negro y sepia de aquella zona urbana añorada. El terremoto de 1985 la obligó a irse impulsada por la modernidad.