El tiempo desaparece en nuestro pensamiento infinito.
Sentimos hoy; mañana nada. El aliento alcanza para solo un suspiro.
La vida se va diluyendo, como la niebla que come el viento.
Con sutil reserva, observa
Asecha a las ocurrencias frescas: llantos, tragedias,
amores nuevos. A su paso, todo se vuelve añejo,
El tiempo se delata en el viejo sensor de espejo....
Mi viejo suspira; David continúa hermoso, como en nuestros años mozos, dice
—Tu rostro de niña se convierte en monstruo. La implacable maldad de los hombres perturba tu mente, tus deseos de vivir, tu ilusión por sonreír.
Tus hermosos ojos se tornan perversos, ansiosos de venganza, de sangre; te muestras maligna. Te posee el diablo, no eres dueña de ti.
Ho, mi niña!, que diera por sacar de tus adentros aquellos...
—Eres sabio, has aplicado la constante. Los años mozos se han ido. El cansado aliento del chiflo anuncia tu llegada. Montas tu corcel de acero como se manda, de forma equivocada. La rueda de piedra aguarda en vano. Los filos se confabulan, se han ido; se acarician con la modernidad. /jn
— Los primeros rayos de sol se esconden en contrastes y tonalidades placenteros. Los sentidos se estimulan, intentan romper con las palabras vagas, para encontrar su rima en la poesía; la creatividad se niega. El aletargado juicio miente, hace de las suyas. /jn
— La niebla busca encontrarse con sus antepasados; partículas tóxicas en su lecho la detiene. Tus aguas se extinguen, aguas de batallas, protectora de guerreros, de mercadeo, lago de Reyes te nombraron. /Jn
EL SILENCIO DEL VIENTO
Jorge Nuñez
—El amanecer frío y nublado propicia la reflexión. Invita al acercamiento, físico o no, con aquellos que amas. Los pensamientos se encuentran en el silencio del viento; los lazos amorosos se fortalecen, se vuelven uno.
La casa y la Niña
—En esta casa vivió la niña. Se marchó sin decirme nada, la cautivaron gigantescas murallas.