En un ambiente de gran sensibilidad y espiritualidad, Catia Lattouf de Arída, ciudadana libanesa nacionalizada mexicana, comparte su existencia con una multitud de colibríes rescatados a los que brinda atención, en su departamento de ciudad de México, tras derrotar al cáncer.
—El Colibrí no es una mascota, que no se malinterprete la forma en que yo doy asilo a estas hermosas aves —dijo durante una entrevista—
—Tuve dos o tres casos, que nunca me trajeron los colibríes, diciendo: “Mi hijo no quiere llevarlos porque su papá murió durante la pandemia y él dice que es su papá”.
— Los colibrís son mensajeros. Respeto la tradición, las leyendas, todo, pero si vino a darte un mensaje no lo encarceles, déjalo ir, déjalo vivir.
Catia Lattouf de Arída, ahora con 73 años, fue diagnosticada con cáncer de colon hace diez años.
El cáncer se detuvo debido a diversas causas, una por los vínculos que estableció con los colibríes que le brindaron fuerza en ese proceso.
En medio de esa lucha, comenzó a rescatar colibríes cuando llegó a ella Gucci, un colibrí bebé que una señora encontró en la calle y con el que, tras su cuidado, logró sacarlo adelante. Desde entonces dedica parte de su tiempo a la protección de estas aves, respaldada por una asistente.
Las dos mantienen un estricto control de los medicamentos de cada uno de estos Apodiformes que mantiene en una habitación de su departamento.
—Estas aves llegan con frecuencia moribundas. "Aquí las examinamos con el fin de comenzar los procesos de curación, ya que cada una requiere una atención especial". —manifestó—
—Así es mi día a día, trabajando incansablemente para salvar a estas hermosos y diminutos chupaflores.
La empatía y conexión que las aves dan a su protectora es increíble; se le acercan para jugar con ella, revolotean por todo su entorno, le picotean los brazos, se estacionan en su hombro, obedecen a sus palabras de cariño, le miran fijamente como si se tratara de mascotas caninas. Pareciera que agradecen sus cuidados y ayuda para volver a levantar el vuelo o para mejor morir los que llegan demasiado maltratados.
— Me están trayendo bebes colibríes de muchos partes, pero con ello me traen mensajes” — dice—.
— Habrás visto una pareja de jóvenes que topaste a la salida; ellos me trajeron desde muy lejos a un pequeño colibrí y me enteré, durante el proceso de entrega, que el muchacho tiene cáncer. Me va a mandar su historial médico y lo voy a apoyar. — abundó—.
— La señora y él empezaron a llorar cuando les comenté que soy entrenadora de nutrición integral y que ayudo a personas con algún tipo de neoplasia, y me han dicho que: “No podemos creer que estamos en el lugar donde debemos de estar por una diminuta criatura que dios nos ha mandado para traérsela desde muy lejos a usted”.
— Por eso digo que son mensajeros los colibríes.
— Entonces les dije; no te preocupes, el cáncer no es sentencia de muerte, aquí estoy sobreviviente, 13 años de cáncer terminal cuando los médicos me dieron dos meses de vida, aquí estoy. Mi fe no la entrego a nadie, no la entrego a los médicos Yo averiguo, yo busco yo analizo. No entrego mi poder a nadie, me lo quedé entre dios y yo. Y así salí adelante.
Y si, paradójicamente, Catia tiene una certificación como entrenador de salud en nutrición integrativa y apoya en mucho a personas con cáncer sin lucro alguno.
— A mí me dicen, cuál es tu mensaje, en todas las entrevistas que me han hecho y les digo que el mensaje que doy es que seamos polinizadores como los colibríes.
El colibrí poliniza las flores para darnos comida. Yo, como ser humano, necesito compartir los dones que dios me ha dado. Dios dio a cada uno un don diferente, entonces debemos compartir esos dones al mundo. A mí me dio inteligencia y la uso para los demás. Me dio dinero, apoyo a los demás. Me dio privilegios, los comparto con los demás. Eso es polinizar. También debemos ser polinizadores como los colibríes.
— Admiro a estas hermosas aves que a pesar de ser tan pequeñas son fuertes y poseen un gran misticismo. Ninguno se va sin despedirse de mí. Una vez que están recuperados o mueren en mis manos, debo dejarlos ir.
Catia dispone de otra habitación en la que nos muestra la siguiente camada de 8 colibríes, lista para entregarla a la organización Terraza Colibrí, donde se les dejara volar libres en un entorno de su hábitat natural.