CUANDO LOS PERROS HABLAN, en Roma
Agradezco profundamente a mi colega Pablo Esparza por su interés en leer mi biografía y por la imagen que me transmite desde la histórica Roma.
No es un libro con pretensiones literarias, sino un texto sencillo en el que narro la historia de mi vida que debía contarme a mí mismo para exhibir y echar fuera a los demonios que habitaban en mis adentros.
Es gratificante recibir comentarios de personas extrañas que ayudan a acelerar el desarrollo y a crecer en literatura.
No pensé que escribir mi historia haría que algunas personas se sintieran apenadas por haber convivido con un escaso, paria, pobre, falta de intelecto, mendigo, desheredado y demás sinónimos propios de la humildad de que provengo.
Me apena avergonzarles, pero no fue con premeditada intención. Nunca me preguntaron a qué universidad habría estudiado la licenciatura de comunicación. En realidad, habría respondido que curse la licenciatura en la universidad de la vida, donde se aprende el significado del respeto, al amor por el ser humano, por la naturaleza, por la igualdad, por los derechos de todos, por la justicia a aquellos que no la poseen.
No imaginé que, al escribir mis memorias, mi vida se dividiera en dos partes.
El haber contado mi historia, tan simple, tan “barata”, sin adornos, derrumbó grandemente el castillo que se construyeron en torno a mi persona.
«Mi amigo, qué digo, mi hermano, qué digo, mi padre «, como muchos, se refirieron para patentizar nuestra “amistad” en reuniones de oportunidades, desapareció como por arte de magia.
Las actitudes del ser humano son sumamente interesantes.