El crisol ardiente de la paciencia se derrama,
vierte dictámenes en el silencio, doblega.
La respiración profunda acaricia el abismo,
lágrimas sin sal cruzan la línea absurda del destino.
¿Suicidio? ¿O no? Qué más da.
El amor se ciñe al negro,
un duelo perpetuo, un luto sin tregua.
Sufrimiento ubicuo, filo que desgarra lo inasible.
¿Quién mide la verdad en las palabras?
Incertidumbre y odio al mundo,
una ira que escala hasta los huesos.
El cuerpo roto implora tregua;
la muerte, en espera, flagela su propia sombra.
Hoy, mañana, ayer, todo un eco de dudas.
El blanco y el negro,
desterraron los matices,
una existencia trazada en absolutos.
ser o no ser,
vivir o desvanecerse,
la herida persiste,
lacera, mata lentamente.